Cambio
de era: Manifiesto fundacional de Europe Écologie
La
historia está parada porque la sinrazón se ha apoderado del mundo.
Como testimonian los desarreglos de los mecanismos financieros, el
crecimiento del hambre, el agravamiento de las desigualdades y la
aceleración del cambio climático, la humanidad está en peligro de
perder el control sobre su propio destino. Hemos alcanzado ese
momento clave en que todo puede bascular hacia lo irreversible o, al
contrario, favorecer una transformación que favorezca la
construcción de unas nuevas reglas del juego en la que Europa podría
jugar un papel crucial. Caben dos alternativas.
O
bien la trayectoria de agotamiento de la generalización de todos los
mercados y la depredación ciega se prolonga en el tiempo, y
atestiguaremos, por lo tanto, la conjunción de crisis de diversa
índole –ecológica, energética, alimentaria, financiera,
económica, social e identitaria– que precipitarían el planeta
hacia una regresión sin precedentes; o bien las sociedades humanas
se re-organizaran, haciendo frente a la espiral de excesos, fractura
social y desacoplamiento con el mundo natural a los que nos
enfrentamos realizando las reformas necesarias para escapar al caos y
construir un nuevo horizonte de esperanza. Es urgente organizarse
para lograrlo. Ni mañana, ni a lo mejor… Ahora es el momento.
No
hacer nada abriría las puertas a políticas autoritarias para
mitigar las penurias y las consecuencias de las migraciones de origen
climático. Hacer algo significa evitar la barbarie y elegir la
civilización.
No
tenemos tiempo. Todos los indicadores están en rojo. Nuestro modelo
de desarrollo ha sido pulverizado por la realidad. Cegados por la
ideología de un crecimiento sin limites, drogados por el “deja
hacer” del liberalismo, el sistema productivista va directo a la
catástrofe, como un barco borracho. En todos lados, la inseguridad
social se agranda. El progreso pierde sentido en beneficio del
crecimiento de la insignificancia y la destrucción de todo lo vivo.
La humanidad avanza hacia un desierto.
Otras
orientaciones económicas y sociales se imponen. Otro tipo de
sociedades son indispensables. Otra política es posible: la de la
responsabilidad. El deber de la igualdad universal, la necesidad de
reducir la huella ecológica sobre los recursos y los ecosistemas
naturales demandan un cambio de era. Debemos de entrar sin mayor
dilación en un mundo nuevo, el de una profunda mutación ecológica
y social de la civilización. Esta nueva civilización se apoyara
sobre los valores de la sobriedad, de la mesura y la moderación, de
la colaboración, de la solidaridad y de la democracia, al contrario
de las alienaciones comerciales y de las violencias económicas que
contaminan los ecosistemas, destruyen a las sociedades, eliminan la
diversidad cultural y enredan a los individuos en una competición
diaria que crea una frustración permanente.
¿Como
construir una alternativa al desencanto del mundo? ¿Cómo hacer
posible un cambio basado en el crecimiento personal y el bienestar
colectivo? Proponemos una alternativa: la de la regulación de las
actividades dirigida esta vez hacia lo humano y la reconciliación
con la naturaleza.
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Lo
primero que hay que hacer es romper con esta lógica
auto-destructiva. Romper con las imposturas sociales y ecológicas de
un sistema condenado; romper con los ilusos que intentan corregir
solo lo más urgente y que se aprestan a regular lo irreversible;
romper con el fatalismo que lleva a acomodarse frente a una situación
dolorosa para la mayoría de hombres y mujeres del planeta y para el
futuro de nuestros hijos. No saldremos de este atolladero haciendo
gestos de cara a la galería, adaptándonos a la lógica dominante o
a base de tímidos ajustes sectoriales. Romper, significa ir a la
raíz del problema, tanto en el seno de nuestro sistema económico y
social como en nuestras practicas individuales. Debemos de modificar
la arquitectura de la generalización tanto como el imaginario de
cada individuo. Debemos de actuar sobre la estructura de nuestras
sociedades y trabajar al mismo tiempo por una insurrección de las
conciencias, he ahí los dos desafíos a los que nos enfrentamos para
evitar la derrota de la humanidad.
Urge
pues reunir las voluntades colectivas para que la humanidad se
embarque en otra vía. Otro proyecto de sociedad, otro modelo de
civilización… El camino pasa por la refundación progresiva y
pacifica de nuestra manera de ser y de vivir, juntos e
individualmente. Ni sueño utópico, ni borrachera revolucionaria, el
objetivo que debemos de perseguir consiste en abrir el camino a un
horizonte emancipador, dando sentido al progreso y consistencia a la
esperanza. No defendemos ni mañanas que nunca han de llegar ni
programas milagro. Solo buscamos una cosa: unas nuevas reglas,
fundadas sobre el imperativo ecológico y social, que cada comunidad
humana deberá de establecer por si misma democráticamente. Nuestra
propuesta consiste en oponerse paso a paso a las lógicas
destructivas y especulativas, a distinguir entre lo que es posible y
lo que no lo es, para aglutinar las energías para que la sociedad se
embarque en una transición hacia un mundo que, aunque no perfecto,
seguirá siendo viable para todos y será más justo para el mayor
numero de gente posible.
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Lo
que está en juego es tan importante y su urgencia tan acuciante que
no podemos seguir consintiendo la tradición de juegos de rol con que
la representación política se complace, con sus mangoneos
tradicionales que petrifican el futuro y sus crispaciones clánicas
que devalúan las conciencias. Sin importar cuales son sus
referencias ideológicas, los partidos políticos dominantes se
tambalean ante los desafíos del nuevo siglo, y se niegan a saltar el
obstáculo del gran cambio que se necesita. Siguen ligados a un tipo
de desarrollo insostenible, fundado sobre el mito de un crecimiento
exponencial de la riqueza, y al final confiándose al credo absurdo
del crecimiento por el crecimiento. Cada uno a su manera, perseveran
en la reproducción de mecanismos cada vez más alienantes.
Por
lo tanto, el atasco que las fuerzas políticas dominantes imponen a
la sociedad debe de ser desatascado. La mayor parte de políticos no
están en sintonía con los tiempos de escasez que se avecinan. Son
el producto de una época excepcional, la de la revolución
industrial y los años del desarrollismo, en que la creencia ciega en
la abundancia infinita se hizo con el imaginario colectivo. Esta
época consagro el dominio del tener sobre el ser y de lo económico
sobre lo político. La matriz común de los partidos políticos,
forjada en torno al culto al crecimiento a cualquier precio,
impregnado de devoción hacia lo científico y de intolerancia
tecnológica, les ha cegado a lo que está ocurriendo. Es por esto
que se han negado obstinadamente a escuchar las advertencias lanzadas
durante 30 años por el movimiento ecologista. Vivir en este siglo
consiste en tomar conciencia de que la era del despilfarro y de la
inconsecuencia se ha acabado, que la autorregulación del mercado es
un espejismo, que la realidad está determinada por la crisis
ecológica y la profundización de las desigualdades sociales. Estos
políticos pretenden conducirnos al futuro con sus promesas obsoletas
y sus reflejos esclerotizado. A estos partidos rancios debemos de
enfrentarnos, electoralmente y democráticamente.
No
nos resignaremos jamás a un futuro diseñado por el fundamentalismo
del mercado y la ceguera de los incondicionales de la desmesura: un
apartheid global basado en el reparto de los recursos y la
destrucción de la naturaleza.
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Por
todo esto hay que desarrollar un nuevo espacio político en el seno
del que se puedan encontrar con toda su diversidad los que estén
interesados en la perspectiva de crear un nuevo proyecto de sociedad.
Esto no es imposible. Se basa en la aspiración de cada vez más
gente de vivir de una manera distinta que no repose tan solo sobre la
acumulación, lo ficticio, las deudas y sobre el clamor ciudadano por
un reparto más equitativo de la riqueza y un justo intercambio entre
los pueblos.
Este
modelo alternativo no estará inscrito en ningún dogma ni breviario,
aunque este ligado a las más nobles tradiciones humanistas, en
particular a la oposición radical al racismo, al antisemitismo, al
sexismo y a toda forma de ostracismo y dominación. Este proyecto se
construirá paso a paso, a partir de los deseos y necesidades de
siete billones de individuos, del interés colectivo de los pueblos
de la tierra, de la protección de los bienes comunes, de la
expansión de los servicios públicos, del reparto de los recursos y
del respeto a los equilibrios existentes entre todos los seres vivos.
Estará fundado sobre los valores de la justicia social y la
solidaridad global, en la austeridad y la consciencia de los limites,
en los derechos humanos y el dialogo democrático. Orientara toda
actividad humana hacia la reducción paulatina de la huella
ecológica, buscando nuevas formas de consumo, producción,
transporte, trabajo, intercambio, innovación y una nueva manera de
habitar las ciudades y los territorios en la construcción de una
nueva sociedad. Encuadrara rigurosamente los mecanismos de mercado y
su prolongación financiera. Estimulara la investigación científica
y la creatividad industrial de acuerdo a una perspectiva compatible
con las necesidades reales y los limites de la biosfera.
Este
nuevo proyecto de sociedad requerirá una nueva regulación económica
y social. Se trata de repensar la organización social según el
principio de durabilidad, integrando a la vez el imperativo ecológico
y la justicia social: durabilidad de los recursos naturales,
durabilidad de la diversidad cultural, de los sistemas económicos
del mañana, de los contratos sociales y de los modos de vida. Dicho
de otra manera, se trata de realizar reformas incompatibles con la
hegemonía productivista y consumista que precipita el desgaste
ecologico y social a golpe de desregulación, crecimiento del poder
financiero, la comercialización y la uniformización.
Ya
conocemos los principales instrumentos que conformaran la plataforma
electoral de las listas de Europe Ecologie: el decrecimiento del
flujo de materias y energía hacia la industrial nuclear y los
biocombustibles, una nuevas reglas del juego económicas basadas
sobre la proximidad de los intercambios, el fomento de las energías
renovables, la búsqueda de nuevos indicadores de riqueza, la
regulación del mercado para el fomento de objetivos ecológicos y
sociales, el control de los mecanismos financieros, el refuerzo de la
economía social y los servicios públicos (servicios de interés
general según la terminología europea) en los sectores clave de la
vida colectiva (energía, transporte, salud, vivienda, educación,
telecomunicaciones, solidaridad social), puesta en marcha de una
nueva política fiscal que tenga en cuenta el precio ecológico y que
reoriente los comportamientos económicos y la inversión, la
protección de los bienes comunes de la humanidad (el agua, el aire,
los ríos, los océanos, los bosques, las zonas húmedas y los
suelos), protección de las especies, incentivo del trabajo de los
campesinos y de los agricultores respetuosos con el entorno,
protección del medioambiente y la salud, protección contra la
contaminación causada por los pesticidas, modificación de una
organización del territorio orientada hacia lo urbano, reorientación
de la movilidad de las personas y las mercancías hacia medios de
transporte suaves como el ferrocarril o las vías acuáticas,
movilización de la investigación científica para favorecer la
creación de tecnologías ecológicas, cooperación y co-elaboración
con los países del sur, derecho a la soberanía alimentaria,
desarrollo de relaciones internacionales en base a la resolución de
conflictos, defensa de los derechos fundamentales de las personas
(derecho de asilo, derecho de voto para los emigrantes…) y de las
libertades individuales, extensión de la democracia a través de
vías participativas, refuerzo de los poderes de la justicia respecto
a los paraísos fiscales y las practicas mafiosas, respeto a los
territorios e identidades culturales en el marco de una Europa
federal, reducción del tiempo de trabajo en paralelo a los
incrementos en productividad…
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* *
Este
nuevo espacio político portador de una nueva política de regulación
solo se puede concebir a nivel Europeo, puesto que Europa es nuestra
familia, y sin fronteras puesto que el mundo es nuestro pueblo.
Europa
es la primera que debe de adoptar medidas puesto que ha explotado más
que ninguna otra región sus recursos naturales y los de sus antiguas
colonias para construir su pujanza. Incluso hoy, todavía consume más
recursos de los que dispone. Su huella ecológica, como la del
conjunto de los países industrializados, excede la capacidad
biológica del planeta. De media, cada habitante de la Unión Europea
utiliza al menos dos veces más de superficie productiva que la
biocapacidad disponible. La reducción de este impacto destructivo
constituye una prioridad insoslayable. De la misma manera, Europa
debe de pagar su deuda. Su desarrollo económico, como el de todos
los países industrializados, se efectúa a costa de una extracción
masiva de recursos naturales a nivel global. De esta manera Europa se
ha convertido en un deudor ecológico masivo a nivel global. Esta
deuda marca la relación de la Unión Europea con los países del
sur. Los países del sur deben de contar con Europa. A pesar de sus
defectos de nacimiento y sus practicas a menudo tecnócratas la Unión
Europea ha construido un espacio de paz y cooperación entre los
veintisiete estados y 80 pueblos que la componen. La UE se ha sabido
interponer como una fuerza conciliatoria en los conflictos. Este es
un logro formidable teniendo en cuenta su pasado violento. Sus
distintas culturas han demostrado que pueden vivir en paz y
enriquecerse mutuamente en un mundo caracterizado por la violencia
multipolar y los rebrotes nacionalistas.
También
es gracias a Europa que ciertas cuestiones vitales han podido escapar
a los egoísmos nacionales y se han encaminado hacia una resolución
a nivel del interés general. Europa, por ejemplo, ha sabido ponerse
al frente de la lucha contra el cambio climático, ha fomentado la
conservación de los espacios naturales y ha sabido imponer
restricciones a la industria química…
Más
que nunca necesitamos a Europa: porque es en Europa donde tienen
lugar la mayor parte de las decisiones políticas que tocan más
íntimamente la vida de los ciudadanos, porque ésta constituye
nuestra mejor plataforma para abordar los problemas transnacionales,
porque Europa podría ser la mejor defensora de los derechos sociales
y el medioambiente y construir un modelo alternativo al de la
globalización, porque estamos convencidos de que los Estados-Nación
solo ofrecen una respuesta parcial e inadaptada a los riesgos
globales a los que nos enfrentamos.
Pero
la UE no parece una entidad capaz de regular los equilibrios globales
según criterios de justicia social y del medioambiente. Sus derivas
liberales tienden a confundir lo epifenomenal de una globalización
caótica, y se convierte en un acelerador de este procesos. De esta
manera los pueblos rechazan Europa porque no se reconocen en sus
instituciones. Esto no es sorprendente ya que a los ciudadanos solo
se les habla de competitividad y competencia, como si el mercado
fuese el único objetivo. Europa está más presente en sus vidas
cotidianas que en sus horizontes. Ha llegado el momento de que los
Europeos se identifiquen con la perspectiva política de una Europa
solidaria y duradera. Poniéndose como meta el ecologismo y lo
social, Europa podría convertirse en el motor de una nueva
civilización.
Seamos
lucidos pero no tengamos miedo. La crisis global a la que se enfrenta
la civilización puede ser superada. La humanidad está obligada a
reaccionar y cambiar. Posee los medios para ello. Lo que no tiene
claro es el objetivo. La intensidad de la presente crisis ofrece
paradójicamente la oportunidad de crear las bases para un nuevo
mundo construido sobre los mejores valores humanos y que sea capaz de
movilizar la inteligencia y la energía a favor de la creatividad, de
renovar la democracia y rehabilitar la política. Con la Europa
ecológica y social, tenemos la ocasión de encauzar nuestro destino
y vivir mejor. ¡Solo a nosotros nos corresponde el aprovechar esta
oportunidad!
Han
participado en la elaboración de este manifesto los miembros del
comité de campaña : François Alfonsi, Danielle Auroi, Jean Paul
Besset, Michel Bock, Sylvie Bouleau, José Bové, Yves Cochet, Daniel
Cohn Bendit, Cécile Duflot, Pascal Durand, Patrick Farbiaz, Hélène
Gassin, Jérôme Gleyses, Rémi Guerber, Marie Isler Beguin, Yannick
Jadot, Bernard Jomier, Didier Jouve, Erwan Lecoeur, Patrice Miran,
Denis Pingaud, Marianne Robert-Kerbrat, Jean Marc Salmon, Agnès
Sinaï, Toufik Zarrougui.
Traducido
del francés para EcoPolítica por Francisco Seijo, miembro del
comité de Ecopolítica.
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