Peter
Singer: “Yo quería un mundo con menos consumismo”
El
filósofo australiano propone en su libro nuevo un plan para combatir
la pobreza basado en la donación universal. En esta conversación
explica por qué no es una utopía y cómo hacerlo.
POR
HECTOR PAVON
Poner la
filosofía al servicio de la comunidad es un desafío que muchos
pensadores idealizaron y que muy pocos pudieron llevar al campo de lo
real y concreto. El caso singular es el del filósofo australiano
Peter Singer que plantea en cada libro o exposición problemas de
ética acompañados en cada caso por soluciones (propuestas)
prácticas. Así se distingue del clásico filósofo moderno zumbón
llamado a señalar los vicios y malos pasos de la sociedad que se
retira a seguir buscando las fisuras de un sistema que parece
agotado. Singer, defensor del individualismo, se ha ocupado de las
desigualdades sociales, la ecología, el maltrato animal, la
reproducción asistida, la eutanasia, la tercera edad. Escribió
sobre la falta de ética y las contradicciones de los discursos de
George W. Bush y diseñó en Etica práctica el manual explicativo de
su propuesta de pensamiento acerca de las principales problemáticas
de la humanidad.
Ahora
llega su libro Salvar una vida. Como terminar con la pobreza, editado
por Capital intelectual. Se trata de un planteo simple y sencillo de
cómo mejorar la situación de los más desfavorecidos y vulnerables
del planeta. Su prestigio ha logrado que algunos líderes mundiales
hayan prestado atención a su proyecto que no es nada utópico. Desde
Australia cuenta en qué consiste su plan.
-La
prosperidad, como idea capitalista, parece una meta inalcanzable dado
que siempre se necesita más. ¿Cómo se sobrevive a esa tensión?
-La
prosperidad no es un concepto específicamente capitalista. La idea
de prosperar es más antigua que el capitalismo moderno. Lo que es
capitalista es que la prosperidad consiste en tener cada vez más y
más bienes de consumo. Pero no pienso que la mayor parte de la
gente, ya sea en las sociedades capitalistas o en otras, crea en
realidad que “necesita” cada vez más. La mayoría de la gente
sabe qué es lo importante en la vida: una familia afectuosa, amigos,
salud, seguridad, sentirse respetado, un nivel razonable de confort y
una realización. Sólo unos pocos están atrapados en el ciclo de
sentir que necesitan cada vez más, y eso con frecuencia los hace
infelices. Por fortuna la mayor parte de la gente es más
inteligente.
-¿Piensa
que la igualdad de oportunidades existe?
-¡No!
Pero eso tampoco es consecuencia del capitalismo. Nunca ha habido
igualdad de oportunidades y nunca la habrá, a menos que
proporcionemos a todos no sólo igual riqueza, sino también igual
educación, igual vivienda, padres igualmente afectuosos y
cooperadores y, en última instancia, los mismos genes. En todo caso,
es importante entender que Salvar una vida no versa sobre la
igualdad, sino sobre la eliminación de la extrema pobreza. Eso es
muy diferente, y mucho más alcanzable.
-¿Hay
continuidad en este libro con la idea que abordó en “Etica
práctica”, de postergar los deseos personales en beneficio de los
intereses de la comunidad?
-Sí, la
idea central de Salvar una vida ya está presente en un capítulo de
Etica práctica, y se remonta a uno de los primeros artículos sobre
filosofía que publiqué. Pero no caracterizaría el tema del nuevo
libro en términos de “postergar los deseos personales”. Pienso
que la mayor parte de la gente es suficientemente generosa y
compasiva y que le gustaría hacer algo importante para ayudar a
quienes viven en la extrema pobreza. El problema es que no sabe qué
hacer o siente que es inútil o demasiado difícil. Lo que sostengo
es que hay muchas cosas que podemos hacer y que, si bien en un primer
momento podemos pensar que exigen sacrificios, harán que nuestra
vida sea más gratificante que antes.
-Hay
escenas que se repiten en México, San Pablo o Buenos Aires:
asentamientos, villas por un lado; y barrios cerrados por el otro.
Pobres de un lado; ricos del otro. ¿Qué queda en el medio?
-Lo que
queda, sin duda, no es una buena sociedad. Es una sociedad en la cual
los ricos necesitan guardias para sentirse seguros y en la que los
pobres no reciben las oportunidades que necesitan para transformar su
vida. Estoy convencido de que construir una sociedad mejor es algo
que está al alcance de la inteligencia y la buena voluntad humanas,
pero el problema es que nadie puede hacerlo por sí solo y que
también para el gobierno es muy difícil hacerlo. Por eso tenemos
que difundir la idea de que las personas trabajen juntas para cambiar
la cultura. Se puede hacer mucho para demostrarle al gobierno que la
población, incluida la elite, quiere el cambio, y que un gobierno
que sea sincero respecto del cambio encontrará seguidores y
voluntarios dispuestos entre la elite.
-Usted
sostiene que las razones del auto-interés apoyan la adopción de un
punto de vista moral, como la paradoja del hedonismo, que aconseja
que la felicidad se encuentra más que se busca, y la mayoría de las
personas siente necesidad de relacionarse a algo más grande que sus
propias preocupaciones. ¿Cómo se aplica esta idea en la vida
diaria?
-Los
antiguos griegos conocían esta paradoja. Sabían que si se apunta
directamente a la felicidad es improbable que se la encuentre. Si, en
cambio, se apunta a algún otro objetivo, ya sea a la creación de
arte, a hacer bien el propio trabajo o a servir a la comunidad, es
más probable que se halle la felicidad. Una investigación demuestra
que la gente que es más generosa tiende a estar más conforme con la
vida. Hay pruebas neurológicas que indican que los centros de
gratificación del cerebro también se activan como respuesta a actos
generosos. Así, al vivir menos para nosotros mismos y más para los
otros, nos beneficiamos, así como también beneficiamos a los demás.
Esa es la “paradoja”.
-¿La
felicidad social es un objetivo de las elites gobernantes?
-Supongo
que algunas elites apuntan de forma explícita a la felicidad social.
Pero para mí la pregunta más interesante es si la felicidad social
debe ser el objetivo explícito de las elites gobernantes. Pienso que
la respuesta es que sí, que debe serlo. No puede haber nada más
importante que reducir el sufrimiento y aumentar la felicidad. En ese
sentido, Bután ha sido un pionero al desarrollar una política de
apuntar a la “felicidad nacional bruta” en lugar de “producto
nacional bruto”.
-¿La
idea de una redistribución de la riqueza que apunta a aliviar la
pobreza es una utopía?
-Lo que
propongo es que todos los ricos –con lo que me refiero a gente que
vive en países industrializados y de clase media o alta– den lo
suficiente a organizaciones de lucha contra la pobreza global para
que sea posible eliminar la pobreza. Eso no exigiría mucho. Si todos
los ricos lo hicieran, supondría donar el dos por ciento de su
ingreso, de modo que no es una redistribución radical de la riqueza.
Conservarían el 98 por ciento de su ingreso, por lo que no me parece
utópico, pero bastaría para mejorar de forma drástica la vida de
los pobres. Ahora bien, si en lugar de hacerlo todos los ricos lo
hiciera sólo uno de cada veinte, entonces el 2 por ciento del
ingreso de esos uno de cada veinte no sería suficiente. Dado que son
tan pocos los que aportan, tendrían que dar más del dos por ciento,
y estarían en lo cierto. Tendríamos, entonces, que el dos por
ciento de los ricos donaría, por ejemplo, entre el 25 y el 50 por
ciento de su ingreso. Eso tampoco sería una redistribución radical
en un plano nacional, porque el 98 por ciento de los ricos seguiría
teniendo el mismo ingreso de siempre. Lo que propongo es una
situación en la que todos los ricos del mundo cedan la mayor parte
de su riqueza.
-¿Cómo
entiende la idea de sacrificio en la lucha contra la pobreza? ¿Cuál
es su raíz filosófica?
-No
considero que lo que propongo sea un sacrificio, sino un medio para
hallar una vida más feliz y satisfactoria. Los únicos que pensarán
lo que propongo como un sacrificio son aquellos que consideran que el
principal objetivo de la vida es ganar la mayor cantidad de dinero,
comprar la mayor cantidad de bienes de consumo posible y dejar a su
paso la mayor pila de basura posible.
-¿Por
qué es tan difícil poner en práctica la idea de que al renunciar a
placeres superficiales se puede aliviar el dolor de otro?
-La
verdad es que no lo sé. Parece muy simple. Tal vez porque somos
animales gregarios: al ver que la gente que nos rodea ignora el dolor
de otras personas lejanas y se permite esos placeres frívolos,
hacemos lo mismo. Hacen falta personas de mentalidad independiente
para romper el molde.
-¿Uno
debería someterse a las necesidades de la comunidad en aras del bien
común? ¿Esto afecta al individuo?
-No insto
a que la gente se someta a las necesidades de su comunidad. Todo lo
contrario. No creo que la gente que vive en Princeton, Nueva Jersey,
deba someterse a las necesidades de esa comunidad. La gente que vive
ahí no está en la extrema pobreza. Creo que la gente tendría que
hacer más por quienes están en la extrema pobreza, y en muchos
casos esas personas no son parte de la comunidad propia. Tal vez eso
explique por qué en mi propuesta no hay nada que afecte al individuo
como tal. Al contrario: insto a la gente a reflexionar sobre la ética
y a seguir sus propias elecciones individuales, a diferencia de las
que sigue en la actualidad la mayor parte de la gente.
-¿Es
posible ser optimista a pesar de la crisis y pensar que de esta
situación, que excede lo económico, surgirá lo nuevo?
-La
situación económica seguirá fluctuando y afectará tanto a los
pobres como a los ricos. Pero lo que me ocupa es algo más amplio, la
expansión histórica de nuestra capacidad de proporcionar por lo
menos una vida mínimamente digna a todos los habitantes del planeta,
y una expansión paralela de nuestra conciencia ética, de modo tal
que reconozcamos que quienes tienen la suerte de vivir en un estado
de abundancia deben, para vivir de forma ética, ayudar a los que
están en el extremo opuesto de la pobreza.
-¿La
ética o el sentido común tienen una respuesta a la pregunta de
cuánto se debe dar?
-La ética
la tiene. Pero el sentido común no la tiene, ya que se desarrolló
en un mundo diferente, en el cual no nos era posible ayudar a
desconocidos lejanos: no sabíamos nada de ellos y, de haberlo
sabido, nada habríamos podido hacer de todos modos.
-¿A qué
personajes admira por su lucha por la erradicación de la pobreza?
-Los
personajes famosos que más admiro son Bill y Melinda Gates, porque
han instrumentado vías para usar su enorme riqueza de forma tal de
que haga el mayor bien posible al reducir enfermedades y mejorar la
educación y la situación de las mujeres. También alientan a otros
multimillonarios a donar más con fines de caridad a través de “La
promesa de dar”. También debería agregar que Warren Buffett se ha
comprometido ahora a donar casi toda su fortuna a la Fundación
Gates. Nadie en la historia de la humanidad ha dado nunca tanto con
fines de caridad como los Gates y Buffett.
-¿Sabe
si gobernantes, políticos, organizaciones internacionales y personas
ricas e influyentes han leído su libro?
-Lo
leyeron Bill y Melinda Gates. Lo calificaron de “persuasivo e
inspirador”, y mi editorial usa sus palabras en la tapa de la
edición estadounidense. Por sugerencia de los Gates mandé cuarenta
ejemplares firmados del libro a una reunión de multimillonarios en
la que tenían que lanzar la “promesa de dar”. Espero que por lo
menos algunos de esos multimillonarios lo lean. También se que lo
han leído directores de muchas organizaciones de asistencia como
Oxfam, Save the Children, The Hunger Project, The Fistula Foundation
y otras.
-¿Le
parece que el mundo actual se corresponde con el que usted habría
querido vivir en sus años de estudiante?
-No. Yo
quería un mundo en el que hubiera menos consumismo y materialismo y
más preocupación por los otros y por el medio ambiente. No podía
pensar que la desigualdad iba a hacerse aun más aguda de lo que era
en mis épocas de estudiante. Por otro lado, desde el fin de la
Guerra Fría tenemos menos temor a una aniquilación nuclear que en
la década de 1960 y, en líneas generales, el riesgo de una guerra
entre dos grandes potencias parece haber declinado. Pero en esa época
no tenía conciencia, por supuesto, del peligro del cambio climático,
y en ese sentido el mundo está peor ahora de todo lo que pudiera
haber imaginado.
Publicado no Clarin –
Revista de Cultura
IDEAS
25/03/13
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