Hayden
White: “Lean a Marx; él les contará cómo sucedió”
Crisis
financiera, calentamiento global y desigualdades son algunos temas de
este diálogo con el historiador y filósofo estadounidense, quien
hace desde el marxismo una crítica feroz del modelo capitalista. “La
historia no se entiende; con suerte se soporta”, ha escrito.
POR
ANDRES HAX
La
vida del profesor y filósofo estadounidense Hayden White (1928) es
irresolublemente contradictoria y él lo sabe. Es un hombre que dice
conocer las verdades espantosas sobre la trágica actualidad del
mundo, pero sabe que ese conocimiento no sirve para cambiar nada. Es
un hombre que denuncia el capitalismo salvaje y suicida (son sus
palabras) y la política del espectáculo, pero sabe que el mismo
sistema que denuncia lo ha beneficiado (tiene 83 años y podría
pasar fácilmente por 60). Es un hombre de un pesimismo absolutamente
negro e inflexible por el porvenir del hombre (hasta tal punto que
celebra la eventual extinción de la raza humana), pero a la vez
alguien que sonríe y que disfruta de la buena vida (vive mitad del
año en Italia) y que goza de una existencia intelectual cosmopolita.
White estuvo en Buenos Aires recientemente como invitado de honor de
una ponencia dedicada exclusivamente a él, organizada por la
Universidad Nacional Tres de Febrero, y titulada como uno de sus
libros: Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica
, editado por Verónica Tozzi, que compila varios artículos de White
de la última década.
El
venerado profesor recibe Ñ en la habitación de un hotel boutique a
cuadras de la plaza Vicente López, en el barrio porteño de La
Recoleta. Sobre su mesa ratona, delante de una cama hecha
improvisadamente por el profesor mismo, rebalsan libros y cuadernos
escritos. Usa un arito de oro en la oreja derecha, como los que se
pone a los bebés recién nacidos. Su aspecto físico es no sólo
impecable, sino también imponente, si se tiene en cuenta que White
es un octogenario.
¿Cuándo
empezaron a formarse las ideas que se demostrarían en su gran obra
teórica, “Metahistoria”?
Creo que
tiene que ver con mi descubrimiento de Marx. Una vez que uno comienza
a tomar conciencia de que en las ciencias sociales, en la filosofía
y en la religión lo que estás tratando son varios tipos de
ideologías, entonces lo que quieres ir a buscar es la iluminación,
la clarificación, desmitificación. Creo que ese es el motivo por
cual yo me interesé en las ciencias sociales y la historia. Gente
como Max Weber parecían ofrecer puntos de vista desmitificados sobre
el mundo. Y creo que todos queremos la iluminación. No queremos
vivir en una fantasía; no se puede vivir en la fantasía. La
fantasía es necesaria para alimentar al espíritu, pero no es
suficiente para manejarte en el mundo.
En su
larga historia como profesor, ¿cómo evalúa los cambios del joven
estadounidense? El mundo digital ha cambiado todo. Antes intentábamos
enseñar a la gente joven a pensar conceptualmente. Pero hoy el
montaje y el collage de las imágenes dan una forma diferente de
pensar y relacionar los signos con las cosas.
Y esto
crea una sensación diferente del tiempo y la temporalidad. Por lo
tanto pienso que la generación actual de alumnos no experimenta el
pasado como algo arcaico o remoto. Es simplemente otra dimensión
exótica que se puede tornar presente con imágenes con gran
facilidad.
¿Y cómo
se siente frente de estos cambios?
Las cosas
cambian. Todo cambia. Desesperarse por el cambio no tiene sentido.
¿Considera
que este libro que se publica ahora en Argentina es una buena
introducción a su obra en general?
Un
escritor no es el mejor crítico de su propio trabajo. Mi punto de
vista siempre ha sido: lo escribes, lo publicas y la gente lo puede
usar como le parezca. No me molesta ser interpretado o mal
interpretado.
No es
común oírle a un teórico esa opinión.
Creo que
toda comunicación es comunicación fallada y que los errores
creativos son válidos. La interpretación nunca es objetiva. A mí
no me interesa la polémica. Mi punto de vista es que hago lo mejor
que puedo; si usted piensa que lo puede hacer mejor, hágalo mejor.
Estamos
en un momento donde se promueven visiones contradictorias: la
humanidad oscila entre la salvación tecnológica y un cataclismo que
amenaza borrar la raza humana de la Tierra.
¡Bueno,
claro! Eso es por el capitalismo. El capitalismo extraerá todo lo
que puede de la tierra para poder producir bienes y promoverá el
consumo como un bien en sí mismo. A ellos no les importa el
calentamiento global. Ellos asumen que la tecnología traerá una
solución. A las corporaciones no les importa. A Mobil Oil no le
importa el calentamiento global. Destruirían el universo entero para
lograr una ganancia. Este es nuestro problema, no la tecnología. La
tecnología es solamente un medio, se puede usar con fines buenos o
malos. Pero desafortunadamente, el capitalismo es suicida porque
presume de una expansión infinita en una situación donde hay
recursos limitados. No puedes tener expansión infinita y recursos
limitados. El sueño es entonces que colonizaremos la Luna,
colonizaremos el planeta Marte. No creo que eso vaya a suceder. Hasta
que logremos regular las corporaciones capitalistas, estamos
condenados.
Más de
una década después de haber entrado en el siglo XXI, ¿cuál sería
su primer boceto de la historia del siglo XX?
Es una
serie de catástrofes. Hay un comentarista inglés que lo designa:
“El podrido siglo XX.” Cuando lo piensas: comienza con la Primera
Guerra Mundial; la Gran Depresión; la Segunda Guerra Mundial; la
Guerra Fría; después toda una seguidilla de guerras. Los Estados
Unidos estuvieron en guerra por 56 años. Es el primer país
capitalista y el capitalismo significa guerra. Esa es la forma más
rápida de consumir los bienes y de crear demanda. El siglo XX fue el
triunfo del capitalismo, la destrucción de la Tierra y el uso de la
tecnología para generar ganancias en vez de proveer las necesidades
de los seres humanos y los demás animales y plantas sobre la Tierra.
Dado ese
sentimiento, ¿cómo se siente viviendo en el corazón de la bestia?
Es
exactamente eso. Los Estados Unidos son el gran villano de este
cuento, porque han empujado el proyecto capitalista hasta su máxima
expresión. Ahora es una sociedad que se dedica nada más que a la
producción de desechos. Produce más basura, más desechos atómicos
y orgánicos. ¡A tal punto que ya no saben dónde ponerlos! Han
estado tirándolos en Africa –¿sabía eso?– ¿Qué van a hacer
con los desechos atómicos? Los están enterrando en cuevas del
sudoeste del país, en Nuevo México y Arizona: pero esta cosa no se
desintegra por 10.000 años. Va a estar allí envenenando el agua
potable y la tierra. O lo tiran al mar. Destruyen ríos… Sin
pensarlo. ¡Y lo saben! ¡Saben lo que están haciendo! Esto es una
de las razones de que el marxismo sea más fuerte entre los
intelectuales de los Estados Unidos que en cualquier otro lugar del
mundo. Vemos los efectos del capitalismo. ¡También nos
beneficiamos! ¡Mírame a mí! Soy sano. Y eso es porque los ricos
siempre se protegen a ellos mismos. ¡No les importa el calentamiento
global! Se compran otra casa en un lugar donde estarán a salvo.
Hay
muchas personas que afirman que el marxismo ya no sirve para explicar
el mundo.
La
reciente catástrofe financiera demuestra lo contrario. Todo el mundo
decia: “¿Cómo pasó esto? ¡Cómo puede ser!” ¡Que lean a
Marx! El les contará cómo sucedió. Cualquier persona de la
izquierda vio claramente y de antemano lo que estaba sucediendo con
la creación de las deudas hipotecarias. Los ejecutivos de Goldman
Sachs o cualquier otra casa financiera, si les preguntas te
responden: “El juego es así.” Y el Estado es cómplice. El
gobierno de los EE.UU. no está haciendo nada para la gente sin
trabajo o para las personas que perdieron sus hogares. Han salvado
los bancos y las instituciones financieras. A hora la brecha entre
los ricos y los pobres en los EE.UU. es así: un 1% de la población
controla más del 90% de la riqueza del país. Esta es la
distribución de riqueza más desbalanceada en la historia del
capitalismo. Antes la idea era que el libre mercado permitía que
cualquiera pudiera jugar; pero, obviamente sabemos que no puedes
jugar sin los recursos. Si yo juego en el mercado bursátil con cinco
mil millones de dólares no es lo mismo que si lo hago con mis
ahorros de unos miles de dólares.
¿Es
posible que esta desigualdad lleve a una revolucion popular como
hemos visto en los países del norte de Africa al comienzo de este
año?
No. Es
imposible. Porque el Estado tiene todo el poder, tiene todas las
armas. Ya no puede haber más revoluciones populares. Salvo en el
Tercer Mundo, en Ruanda o Namibia. Mira, antes que nada: imagínate
que quieres hacer una revolución y quieres destruir a General
Motors. ¡General Motors es una empresa internacional! ¿Dónde voy
para destruir a General Motors? La ataco en Detroit, pero eso no
haría gran daño a la empresa. Esta todo terciarizado por todo el
mundo. Y lo mismo vale para el Estado. El Estado está donde sea que
el poder del Estado reside. El Estado es Mobil Oil, por ejemplo. Y
uno sabe perfectamente qué pasa cuando hay una amenaza terrorista en
Washington: ¡el gobierno se va! Tiene búnkers subterráneos…
Se ve
sano, tanto en cuerpo como en mente. Parece feliz. Pero esa imagen es
totalmente contradictoria con lo que piensa sobre la realidad del
mundo. ¿Cómo sobrelleva esa tensión?
Imagínese
que el calentamiento global lleva a la destrucción de la raza
humana. ¡Sería bueno para la Tierra! La gente me pregunta, ¿Por
qué eres tan pesimista? Y yo respondo: No soy pesimista. Soy
optimista. ¡Creo que la raza humana por fin se morirá! ¡Será muy
bueno para el planeta! Es la especie humana la que está destruyendo
el planeta. ¡No son los perros los que lo están destruyendo! Desde
el punto de vista de la evolución darwiniana, es bueno que las
especies se extingan. Es algo necesario para que siga en marcha el
proceso evolutivo.
¿Se
considera usted un nihilista?
Sí. Un
nihilista en la ontología, un anarquista en la política. No tengo
nada de esperanza o fe en el sistema político o el sistema
económico.
Fonte: Clarin – Revista de Cultura
IDEAS Política y Economía 04/05/11
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